TIEMPO DE REACCIÓN EN EL ATLETISMO

En una prueba como los 100 ó 200 metros lisos, de apenas unos segundos de duración, el tiempo que se tarda en reaccionar tras el disparo de salida resulta tan determinante como la velocidad. Las limitaciones fisiológicas determinan el tiempo que transcurre entre el estímulo sonoro y la respuesta motora. Bolt, uno de los más lentos en reaccionar, consigue recuperar el tiempo perdido en salida y superar la marca del rival más audaz.

Preparados y listos, los atletas escuchan la pistola a través de un altavoz individual situado en cada puesto de salida -la pistola está silenciada y sólo se escucha por esta vía- y su cuerpo reacciona de forma casi inmediata.

El sonido del disparo viaja del oído al cerebro por las vías nerviosas. Desde allí, una vez procesado, se envía una señal a los músculos y el velocista comienza a correr. Eso sí, nunca antes de los 100 milisegundos o la IAAF lo considerará una salida nula.

Aunque la mayoría suele reaccionar entre los 120 y 160 milisegundos, en las últimas décadas algunos velocistas han llegado a arriesgarse hasta los 104 (Tim Montgomery) o incluso los 101 milisegundos, como hizo Bruny Surin en el Campeonato del Mundo de 1999. Hay quien sostiene que, por limitaciones físicas, estos tiempos, por debajo de los 120 milisegundos, también deberían considerarse salidas en falso.

Las décimas de segundo lo pueden ser todo en una prueba de este tipo y por ello son bastante frecuentes las salidas en falso. Sin embargo, un menor tiempo de reacción -medido mediante sensores en la pistola y en los puestos de salida- no tiene por qué traducirse en una victoria.

Usain Bolt suele ser de los últimos en salir pero es el más rápido en carrera -los atletas alcanzan la mayor velocidad entre los 50 y 60 metros- y recupera esos milisegundos. Algo similar le sucedía, en la década de los 90, a Carl Lewis.